Quiero hacer contigo, lo que la primavera hace con los cerezos. P.Neruda
Hoy me he levantado y el dolor me ha oprimido el pecho, y me he dado cuenta de que no estabas tú. Me he vuelto a la cama y he apagado la luz. Y la verdad me ha explotado en la cara, y quizás haya alargado demasiado la evasión, y quizás ahora me vaya a doler más. Pero solo quería decirte que … te quiero, volvamos a empezar.
Otra vez, el reloj se ha parado otra vez, y me hago pequeñita y otra vez no estás tú, no estás tú para abrazarme, para hacerme grande, para transmitir esas ganas de comerme el mundo, de ser quien quiero ser, de mejorar, de hacer locuras por cambiar el mundo, ganas de patearme Madrid de tu mano, de correr esperando que vengas persiguiéndome, y abrazarme por la espalda… Daría lo que fuera por volver al primer momento en que me abrazaste por la espalda: mi terraza, media noche, brisa fresca, sonando en mi Blackberry “Me gusta así”. En ese momento supe que no tenía que dejarte ir, que tendría que apañármelas para que te quedaras conmigo, para que te quedaras eternamente.
Lo peor de todo es que en ese “eternamente” no contemplé la posibilidad de que te quedaras conmigo para siempre, pero sin mí. Y te parecerá absurdo pero yo no soy sin ti, solo soy contigo, y llevo cuatro meses sin rumbo, intentando buscar otro camino, pero es que el camino es único, los demás solo son senderos de efímeras sonrisas y risas, pero solo hay un verdadero camino a la felicidad, a la felicidad de tus besos, de tu jodido brillo en los ojos, por qué no me dejas estar a tu lado, solo quiero estar a tu lado, déjame olerte una vez más, déjame amarte como te estoy llorando.
Cómo aquél acento que busca su palabra, así estoy yo.
Lo que está muy claro aquí es que yo he venido a por ti, no me digas que no tienes nada para darme amor.